Alemania y Suiza se verán las caras, este domingo a las 16:00, en el Frankfurt Arena, por la tercera fecha de la Euro 2024. En este post, repasamos su histórico duelo en el Mundial de Francia 1938, que por la situación politica de Europa, la preparación teutona, entre otras cosas, significó mucho más que un partido de fútbol.
Tras una serie de carambolas y movimientos históricos, con repercusiones devastadoras para el mundo entero, Hitler tomó el mando del estado alemán en enero de 1933.
Para Hitler, el fútbol no era su deporte predilecto. Oficialmente asistió a un único partido: el Noruega – Alemania de segunda ronda de los Olímpicos de Berlín. La insistencia de los líderes nazis para que el Führer asistiera no fue correspondida en el campo por la selección nacional que cayó derrotada 0-2.
El año 1937 comenzó con buenos resultados y un estilo más “escoces”, opuesto al “inglés”. Es decir, más de toque que de pelotazo. El estilo triunfó en mayo de 1937 en la ciudad de Breslau, entonces en Alemania, hoy Breslavia en Polonia. Allí comenzó la andadura de una de las selecciones alemanas más queridas de todos los tiempos, la Breslau-Elf, el once de Breslau. El fútbol de toque, elegante, derrotó a Dinamarca, entonces una reconocida potencia, por 8-0. Las crónicas transmitieron su superioridad afirmando que ese equipo alemán era superior a Checoslovaquia y la mismísima Inglaterra. Sólo los escoceses parecían rivales. Permanecerían invictos durante ese glorioso 1937.
Pero en marzo de 1938 llegó el Anschluss, la anexión de Austria a Alemania. Si bien Hitler llegó entre vítores a Viena, la rivalidad entre austriacos y alemanes era total. En el partido por el tercer puesto del mundial de Italia 1934 ambos equipos se negaron a jugar con un uniforme que no fuera el suyo: camisa blanca, pantalón negro. No fue hasta que marcó el alemán Lehner el 1-0, y ante la evidente confusión, que el árbitro obligó a los alemanes a cambiarse a rojo.
Aunque a Francia 1938 habían clasificado austriacos y alemanes las órdenes del Führer dictaron que sólo competiría una Alemania unida. Herberger, ya técnico en propiedad, debía utilizar 5 austriacos y 6 alemanes, o 6 alemanes y 5 austriacos.
Aquel Mundial fue disputado por 15 selecciones por el sistema de eliminación directa. Suecia se clasificó por la renuncia de Austria. Y Alemania, reforzada con nueve jugadores del entonces llamado ‘Equipo Maravilla’ austriaco era absoluta favorita anta la Suiza de Karl Rappan, el inventor del ‘betón’ (cerrojo), un potente sistema defensivo revolucionario en aquella época que se jugaba un ofensivo 2-3-5. La novedad fue poner un tercer defensa por detrás de los dos habituales.
El 4 de junio de 1938 Alemania alineó a cinco austriacos en su once inicial: el portero Raftl, los defensas Schmaus y Mook, el medio Hanhemann y el delantero Pesser. El partido se jugó en el Parque de los Príncipes de París con todo el público apoyando a muerte a Suiza porque sentían auténtico desprecio por Alemania. La política por encima del deporte. El partido acabó 1-1 para sorpresa general porque todo el mundo daba por hecho que Alemania arrasaría.
Como entonces no había penales se jugó un segundo partido cinco días después. De nuevo el público francés se volcó con Suiza que luchó extramotivada y con un coraje descomunal. En los prolegómenos de los dos partidos los alemanes hicieron el saludo nazi. Alemania ganaba 2-0 a los 22 minutos. Sin embargo, Suiza no se descompuso. Walaschek, Bickel y Abegglen en dos ocasiones pusieron el 4-2 que dejó al Fürher en un estado de depresión simular a cuando Hesse Owen arrasó en los Juegos Olímpicos de Berlín dos años antes.
Suiza perdió en cuartos de final ante Hungría por 2-0, que luego llegó a la final -y la perdió- ante Italia. Un año después, el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de la Alemania Nazi a Polonia, comenzó la 2GM, que duró seis años.