Es necesario situarse en 1958, cuando la Selección Argentina volvía a jugar una Copa del Mundo después de 24 años. La ilusión era enorme, fomentada por el gran trabajo del equipo en el Sudamericano de Lima, que le permitió arrasar con todos sus rivales y traerse el título para el país. La aparición de varios jóvenes jugadores talentosos y goleadores –Enrique Omar Sívori, Antonio Valentín Angelillo, Humberto Maschio entre otros- le dieron un carácter especial a aquel equipo que tenía en el puntero derecho racinguista Orestes Omar Corbatta como el ídolo popular.
Sin embargo, salvo Corbatta que siguió en la Academia y sería campeón en 1958, los otros tres muchachos fueron transferidos al fútbol italiano y la dirigencia resolvió no convocarlos para la Copa del Mundo que se realizaría en Suecia. La Argentina volvió a confiar en el veterano Guillermo Stábile (aquel goleador del mundial de 1930 en Uruguay) y el equipo se llenó de hombres hechos y derechos, varios muy cerca de la veteranía y el retiro de los torneos.
La idea era pelear la Copa para ganarla, la subestimación hacia los rivales del grupo (Irlanda del Norte y Checoeslovaquia) era muy grande y la ignorancia sobre cómo jugaban tan clara que, por lo menos, se le tenía la mínima consideración a Alemania Federal, el campeón del mundo que nos enfrentaría en el primer partido. El papelón que se hizo en Suecia es muy conocido, pero el cachetazo que vivieron los periodistas tan confiados como los jugadores y la dirigencia, fue tan fuerte como el sopapo que recibieron los hinchas.
La AFA decidió jugar las tres primeras fechas del campeonato local y suspenderlo para que los futbolistas designados se entrenaran a conciencia con la selección, que además haría una gira por Europa antes del mundial. En reemplazo del torneo, se decidió organizar la Copa Suecia, un torneo que llenaba el espacio vacío sin fútbol de Primera. Los 16 equipos se dividieron en dos grupos, con el detalle de que por primera vez participaría Central Córdoba de Rosario reemplazaba a Ferro Carril Oeste, tal como sucedió con el torneo de Primera de 1958.
Eran 14 fechas en cada grupo y la idea (solamente la idea) consistía en disputar la final entre los ganadores de zona antes de Año Nuevo. La Copa Suecia empezó el 20 de abril y al inicio los partidos siguieron el calendario previsto, pero cuando faltaban tres fechas para el final de la etapa inicial, arrancó nuevamente el campeonato local. La merma de público fue impresionante, porque la decepción ante la Copa del Mundo –muy especialmente el 1-6 contra Checoeslovaquia- pegó muy fuerte en el público.
Durante agosto y octubre se completaron las fechas 12 y 13, quedando la última jornada para los días finales de diciembre. Incluso, algunos partidos se jugaron en los primeros días de enero de 1959, como el triunfo de Estudiantes sobre Boca por 2-1 en La Plata y el éxito de Central ante Atlanta, cuando canallas y bohemios luchaban por el primer puesto en su sección. Incluso, Tigre y Newell’s, que ya no tenían chance alguna, decidieron no jugar la última fecha.
Faltaba un partido, entre Independiente y Lanús, que se disputó para completar el fixture recién en abril de 1959, porque si los granates ganaban en Avellaneda alcanzarían a Central y Atlanta, pero el rojo venció 3-1. La zona A finalizó con Racing clasificado finalista: reunió 21 puntos, seguido por Newell’s con 18, Estudiantes y Tigre con 15, Huracán y Vélez 13, Boca (en plena crisis futbolística) 9 y Central Córdoba de Rosario 6 puntos. En la zona B igualaron Rosario Central y Atlanta el primer lugar con 17, seguidos de Lanús y Argentinos Juniors con 15, Independiente y San Lorenzo 13, cerrando River y Gimnasia La Plata en el último puesto con 11 unidades. La zona B fue muy pareja hasta el final.
Central y Atlanta desempataron el primer lugar recién el 29 de abril de 1959 en Rosario, pero en la cancha de Newell’s. Los bohemios se hicieron fuertes y con un zurdazo del uruguayo Wálter Roque a los tres minutos, aguantaron a Central y vencieron 1-0. Ese partido lo jugó Carlos Timoteo Griguol como mediocampista central de Atlanta, además de Osvaldo Zubeldía, que era el entreala izquierdo del cuadro de Villa Crespo.
A falta de cinco minutos, el juez José Luis Praddaude interpretó una mano del defensor Bettinotti como intencional y cobró penal para Central. El remate de Miguel La Rosa fue rechazado por el arquero Ángel Rocha y Atlanta selló su triunfo.
La final de la Copa Suecia –cuando el nombre del país nórdico era un mal recuerdo para los futboleros- recién se jugó ¡¡un año después de aquel desempate!! Cualquier coincidencia con la desorganización organizada de ahora o de los primeros años no es casualidad, como se lee. El 29 de abril de 1960, Atlanta y Racing le dieron vida a la final de la Copa Suecia, que no clasificaba para ninguna otra Copa, sencillamente porque no existían. Apenas San Lorenzo jugaba en esos días por primera vez la flamante y poco conocida Copa Libertadores de América.
Aquel 29 de abril, precisamente en el Gasómetro azulgrana, Atlanta le ganó 3-1 a Racing, que era el campeón de la temporada de 1958. La victoria bohemia arrancó a los 12 minutos con un perfecto tiro libre del zurdo Julio Nuin que venció a Osvaldo Negri. Con diez hombres por lesión de Mario Griguol (primo de Timoteo y puntero derecho bohemio) Atlanta llegó al segundo tanto, ante el estatismo de la defensa académica. A los 41, Roberto Bellomo cabeceó un centro de Roque y superó a Negri, que sería reemplazado en el entretiempo.
Racing salió a matar o morir en la segunda parte y Rubén Sosa, el famoso Marqués que había llegado desde Platense el año anterior, capturó un rebote para vencer a Néstor Errea, un joven arquero que se había ganado el puesto con acciones arriesgadas y mucha solvencia. Aun había casi media hora en juego, pero tras una gran atajada de Errea, Atlanta consiguió el tercer gol porque Alberto González (el popular Gonzalito que brillara en Boca durante la década del 60) tomó un rechazo de Vladislao Cap para vencer a Ataúlfo Sánchez, el joven sustituto de Negri.
Cuando Duval Goicoechea marcó el final, los hinchas de Atlanta no lo podían creer, pero era el premio a un gran equipo, que repetiría sus actuaciones contra el campeón de 1958, porque en 1959 lo había vencido 3-1 en Villa Crespo (dos goles de Calvanese y uno de Zubeldía, descontó Juan José Pizzuti) y también arrancó un empate 2-2 en Avellaneda gracias a los dos goles de Luis Artime, marcando Rubén Sosa y la Bruja Belén el empate para el futuro campeón.
En aquel 1959, Racing sería subcampeón de San Lorenzo y los campeones de la Copa Suecia ocuparían el quinto puesto. Sin embargo, la bronca albiceleste duraría hasta el 22 de mayo, veinte días después de la final por la Copa Suecia, cuando aplastaron 5-0 a Atlanta con dos goles de Rubén Sosa y uno de Vladislao Cap, otro de Pizzuti y el restante de Manuel Murúa. En la revancha jugada el 16 de octubre de 1960, la Academia ganaba 3-1 en Villa Crespo y con tres goles de Luis Artime en el último cuarto de hora del partido, los Bohemios –que habían inaugurado su actual estadio el 5 de junio- vencieron por 4-3.